miércoles, 26 de diciembre de 2012

Fábulas de La Fontaine

El gato y la zorra

El gato y la zorra, como si fueran dos santos, iban a peregrinar. Eran dos solemnes hipocritones, que de indemnizaban bien de los gastos de viaje, matando gallinas y hurtando quesos. El camino era largo y aburrido: disputaron sobre el modo de acortarlo. Disputar es un gran recurso; sin él nos dormiríamos siempre. Debatieron largo tiempo, y después hablaron del prójimo. Por fin dijo la zorra al gato. 

“Pretendes ser muy sagaz, y no sabes tanto como yo. Tengo un saco lleno de estratagemas y ardides.
-Pues yo no llevo en mis alforjas más que una; pero vale por mil”

Y vuelta a la disputa. Que sí, que no, estaban dale que dale, cuando una jauría dio fin a su contienda. Dijo el gato a la zorra:
“Busca en tu saco, busca en tus astutas mientes una salida segura; yo ya la tengo”
Y así diciendo se encaramo bonitamente al árbol más cercano. La zorra dio mil vueltas y revueltas, todas inútiles; metiese en cien rincones, escapó cien veces a los valientes canes, probó todos los asilos imaginables, y en ninguna madriguera encontró refugio; el humo la hizo salir de todas ellas, y dos ágiles perros la estrangularon por fin.
Piérdase a veces un negocio por sobra de expedientes y recursos; se malgasta el tiempo buscando cuál es el mejor, probando esto, lo otro, y lo de más allá.
Mejor es tener una sola salida; pero buena.
El zorro y la cigüeña

El señor Zorro la echó un día de grande, y convidó a comer a su comadre la Cigüeña. Todos los manjares se reducían a un sopicaldo; era muy sobrio el anfitrión. El sopicaldo fue servido en un plato muy llano. La Cigüeña no pudo comer nada con su largo pico, y el señor Zorro sorbió y lamió perfectamente toda la escudilla.Para vengarse de aquella burla, la Cigüeña le convidó poco después.
-¡De buena gana!- le contestó-, con los amigos no gasto ceremonias.
A la hora señalada, fue a casa de la Cigüeña, le hizo mil reverencias y encontró la comida a punto. Tenía muy buen apetito y olía a gloria la vianda, que era un sabroso salpicón de exquisito aroma. Pero, ¿cómo lo sirvieron? Dentro de una redoma, de cuello largo y angosta embocadura. El pico de la Cigüeña pasaba muy bien por ella, pero no el hocico del señor Raposo. Tuvo que volver en ayunas a su casa, orejas gachas, apretando la cola y avergonzado, como sí, con toda su astucia, le hubiese engañado una gallina.
                              

Los dos gallos
En un gallinero vivían dos gallos, que nunca tuvieron un conflicto, compartían el lugar en paz y en armonía. Un cierto día el granjero, trajo al corral una gallina hermosa y altanera, de la cual se enamoraron los gallos a primera vista. Así que pasaron de ser amigos, a ser rivales, a competir por el amor de la bella gallinita.
Decidieron enfrentarse en combate, y el vencedor se haría acreedor del amor de la dama. Pelearon largo rato, hasta que el más fuerte, se fue del brazo de la gallina y el otro se retiró a los fondos del corral a llorar su pena.
                              

El vencedor, se subió al tejado para hacer alarde de su triunfo y comenzó a gritar para que los vecinos se enteraran de ello. Con tan mala suerte que un buitre lo escucho, y sin dudarlo se abalanzo sobre él, terminando con su vida y su soberbia.
Moraleja: Es preciso ser modesto cuando se gana una acción.

La golondrina y los pájaros
Una golondrina había aprendido mucho en sus viajes (nada hay que enseñe tanto), preveía nuestro animalejo hasta las menores borrascas, y antes de que estallasen, las anunciaba a los marineros.
Sucedió que, al llegar la sementera del cáñamo, vio a un labriego que echaba el grano en los surcos. “No me gusta eso, dijo a los otros pájaros. Lástima me dais. En cuanto a mí, no me asusta el peligro, porque sabré alejarme y vivir en cualquier parte. ¿Veis esa mano que echa la semilla al aire? Día vendrá, y no está lejos, en que ha de ser vuestra perdición lo que va esparciendo. De ahí saldrán lazos y redes para atraparos, utensilios y máquinas, que serán para vosotros prisión o muerte. ¡Guárdeos Dios de la jaula y de la sartén! Conviene, pues, prosiguió la golondrina, que comáis esa semilla. Creedme.”
Los pajaritos se burlaron de ella: ¡había tanto que comer en todas partes! Cuando verdearon los sembrados del cáñamo, la golondrina les dijo: “Arrancad todas las yerbecillas que han nacido de esa malhadada semilla, o sois perdidos. -¡Fatal agorera! ¡Embaucadora! le contestaron: ¡no nos das mala faena! ¡Poca gente se necesitaría para arrancar toda esa sementera!”


Cuando el cáñamo estuvo bien crecido: “¡Esto va mal! exclamó la golondrina: la mala semilla ha sazonado pronto. Pero, ya que no me habéis atendido antes, cuando veáis que está hecha la trilla, y que los labradores, libres ya del cuidado de las mieses, hacen guerra a los pájaros, tendiendo redes por todas partes, no voléis de aquí para allá; permaneced quietos en el nido, o emigrad a otros países: imitad al pato, la grulla y la becada.
Pero la verdad es que no os halláis en estado de cruzar, como nosotras, los mare y los desiertos: lo mejor será que os escondáis en los agujeros de alguna tapia.” Los Pajaritos, cansados de oírla, comenzaron a charlar, como hacían los troyanos cuando abría la boca la infeliz Casandra. Y les pasó lo mismo que a los troyanos: muchos quedaron en cautiverio.
Moraleja: Así nos sucede a todos: no atendemos más que a nuestros gustos; y no damos crédito al mal hasta que lo tenemos encima. 

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